La Barra de Chocolate: el legado de mi Mamá

Aprender a compartir sin que te lo explique.

¿Quién gana hasta la casa?, me dijo.

Debió haber sido 1973 y yo tendría 9. Subíamos caminando por la Mariscal, a la altura del colegio Pacheco, supongo que de alguna compra del centro de la ciudad, y empezamos. Ella me sacó ventaja como hasta la casa de los Uzátegui y desde ahí yo la pasé. Siempre me quedó la duda de que lo hizo a propósito, porque a sus 40 todavía tenía buen ritmo.

Mi Ma en cifras: nació en enero de 1932. Mollendina, salesiana. Se casó en 1959. 66 años de matrimonio y 7 de viudez. Tuvo 6 hijos y 6 hermanos.

La casa y los símbolos

Una de las tardes, por esos años, tocaba el reparto del postre y ese día tocó una barra de chocolate. No recuerdo la marca, pero debió ser de tamaño regular. Cuando hizo la repartición noté que el pedazo que me tocaría era bastante pequeño, a lo que le dije:

Ma, parte nomás entre mis hermanas y la próxima vez yo cojo uno más grande, compensando que ahora no estoy comiendo.

No, hijito, la cosa es compartir.

No pues, Ma, es muy chiquito lo que me toca.

No, tienes que aprender.

Me tocó mi pedazo enano nomás.

A veces solía cortarme el pelo. Banquito de madera en mano y al pasadizo del segundo piso que daba al jardín.

Ya pues, Ma, apúrate, no tengo paciencia para el corte de pelo, le decía.

Cuando sea grande inventaré una máquina donde uno meta la cabeza, como tajador de lápiz, y el corte de pelo será rapidísimo, de acuerdo al tipo de corte programado. No hacía caso. Seguía cortando, tomándose el tiempo debido.

Tampoco nunca vi con extrañeza que mis hermanas y yo corramos hacia la puerta para vender las tarjetas de caridad que teníamos para los entierros. Hacíamos de dilectos amanuenses del dolor: ¿Nombre del fallecido? ¿Quién es el oferente? ¿De 5, 10 o 15 soles?

Unas de cartón con las que la Sociedad de Caridad de Santa Rosa, a la que mi mamá pertenecía, hacía fondos para las ayudas que entregaba. Quizá de hacerlo tantos años, ella nos enseñó —sin decirlo y con el ejemplo— que siempre debemos tener una mano para ayudar al prójimo.

No vayas tan rápido cuando bajes los cerros en la bici. Siempre me reclamaba. Te puedes caer.

No, Ma, no pasa nada, respondía.

La semana siguiente me repetía lo mismo. Instinto de cuidado.

Ya de mayor perteneció al Club del Libro, los años que estuvo viviendo en Arequipa, y entonces el comentario del último leído siempre llegaba a mi cabeza. Y una vez, de niño, le pregunté cómo un tal Vargas Llosa sabía y hablaba de temas tan diversos.

Porque lee mucho.

Aceptar penas para unir a la familia

Sí. Y esas renuncias silenciosas que uno de niño no entiende, pero que de mayor valora muchísimo. El costo de sus penas —que intuyo no logró terminar de digerir— fue la base para mantener a la familia unida. Como reconoció Ire, mi hermana,  el día que dio unas palabras en el responso previo a su incineración.

Felizmente los hijos se lo hemos reconocido y se lo hemos dicho varias veces en los últimos años.

Solo ella sabrá el precio emocional que pagó, callada, sin contarlo. La unidad familiar que mantuvo no fue gratuita. La pagó ella.

Comprensión

En el 98 iniciamos el servinacuy con Karen y les conté mis intenciones a mis papás. Ningún comentario.

Si lo has pensado bien y la quieres, hazlo.

De mi Pa podría entenderlo. Los hombres somos más prácticos, simples y, a la vez, más cavernarios. Mi Ma, cautelosa, nunca ni siquiera me insinuó que lo “piense”. Que tu único hijo varón quiera vivir este proceso matrimonial con una chica que viene al equipo con dos gemelas de seis debe haber sido súper difícil. Cualquier mamá quisiera que su hijo se case con Lady Di.

Ahora lo valoro más. Mucho más.

Medio nervioso las llevé para la “presentación oficial” y felizmente Anne y Marian actuaron tan natural que fue más fácil de lo que me imaginé. A los días vi a Marian agarrándole la mano y susurrándole algún secreto al oído.

También, y considerables veces en todos estos años, le he contado —sin que me lo haya preguntado— mi satisfacción matrimonial. Porque estoy seguro de que a cualquier mamá le gusta escucharlo de alguien a quien crio. Confío en que mis historias del corazón hayan abonado la alegría de su alma.

Pero los años pasan. El año anterior a su viudez bajó muchísimo de peso, de hecho por ver los achaques de mi papá y su impotencia por verlo así. Ya viuda se quedó sola en Arequipa y, aunque todos pensamos que se apagaría, volvió a recuperar energía.

El vuelo

Y tengo la dicha de no haberme guardado nada con ella. Le dije lo que significaba para mí decenas de veces. Le dije cuánto la quería y que cada día valoraba más la buena chamba que hizo como mamá. Le agradecí mucho por enseñarme a cuidar el dinero.

No tengo pendientes con ella.

Y estoy seguro de que su presencia y mi celebración por su vida opacarán su partida. Igual que lo que pasa con mi papá desde que se fue en cuerpo.

Sí, los años cobran y llega la inevitable bajada.

A ella no le dolía nada y yo la molestaba que, al contrario de lo que a mí me pasa con mi adormecimiento de plantas del pie y próstata inflamada a mis casi 60, ella estaba ¡súper! para su edad.

La última semana de su vida fue preciosa. Aprovechando el feriado larguísimo de cuatro días en la primera semana de diciembre, estuvimos los seis en su departamento de Yanahuara. Nos turnábamos, pero no dejábamos de ser un circo amoroso que metía bulla, vicio y le llevaba ese mensaje de unión de los críos que ella había moldeado.

Lindo. Porque nos miraba. A veces sonreía.

Y de lo que no tengo duda es de que nos vio sólidos, como ella soñó. Seguro incluso antes de ser madre.

Y se apagó el jueves 11 a mediodía.

Como buenos organizadores, todo estuvo cual cronómetro militar. Alguna que otra natural discordancia que la democracia y el corazón se encargaron de pulir. En privado, sin capilla funebre, sin flores. Solo nosotros y ella.

La mantuvimos hasta el día siguiente en su propia cama, acompañada de seis velas, música que le gustaba y todos alrededor. Con algo de subidos decibeles, sí, pero con la certeza de que ella nos miraba.

Entonces queda agradecerle la unidad, los cuidados, las limpiadas de poto que nos hizo —como felizmente le dije muchas veces—, los dolores escondidos en pro de la unidad y el ejemplo.

Y agradecer, por supuesto, al entorno familiar de este lindo círculo que creamos esas tardes a su alrededor. Acompañado de nuestra acostumbrada ironía, una cerveza o salteña en mano y, principalmente, risas por mil.

Y agradecer a este grupo que ella, en gran medida, fue la que creó. A Kike por haberla engreído llevándole, los últimos treinta años, cientos de panetones que le gustaban; por pedirle la clave de la tarjeta del Banco de la Nación para “cobrarle” la pensión. A Pablo por las continuas flores y sus siempre finos detalles. A Griss, a la Sra.Vero y a Frida por la paciencia en estos más de siete años de compañía en su viudez. A Dante, por los consejos de salud, mazapanes y terapia a los hijos que nos ayudó muchísimo. A Marines y a Pauli, que el amor de nietas les brotaba a raudales. A Checa por las bromas recurrentes que la hacían reír. A Carlo porque, aunque tampoco consiguió la clave de la tarjeta, siempre le sacó una sonrisa. A Rosi, Ire y Doro por estar pendientes de que la logística funcione como en Suiza. A mi Pa, por supuesto, porque hizo de las finanzas familiares el ejemplo de protegerla para “que nunca le falte algo”. 

Quizá de alguien me olvide. Pero a las que aplaudo son a Alis y Maru. A Maru y a Alis. ¡Unas capas de la acción!

De mantenerse 100% por ella en los cuidados. De velar porque su viudez fluya. Por sacar la pastilla que tocaba, la crema de piel, la pechuga de pollo, el queque para el postre o la lechuga fresca y el té caliente que le gustaba. Por las cientos de horas que le dedicaron.

Ellas, mis hermanas, que hacen mucho más de lo que dicen y que sobre eso quieren pasar desapercibidas. Sí, a ellas. Por, especialmente, sostener su sonrisa y su corazón en una mano.

…Y claro, al terminar de escribir entiendo que esa barra de chocolate de la niñez que nos partió para enseñarnos a compartir no fue de cacao.

Fue un lingote de oro que no dejará de brillar.

Yura, 1965. Yo en su panza.

10 respuestas a “La Barra de Chocolate: el legado de mi Mamá”

  1. Avatar de
    Anónimo

    llore mucho con tu escrito Yorch😔

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  2. Avatar de
    Anónimo

    un legado de amor y unidad❤️

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  3. Avatar de
    Anónimo

    Qué hermoso relato… conocí a la Sra Rosita.. ella siempre una dama muy elegante que desbordaba mucha seguridad. Y siempre dando consejos pero breves .. solo una frase directa .. descanse en paz

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  4. Avatar de
    Anónimo

    Gracias Ma 💛🥲💛

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  5. Avatar de
    Anónimo

    Jorgito tu mamá fue una gran persona como madre y como amiga estará siempre en mi corazón y en mis recuerdos Un abrazo para ti y todas tus hnas

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  6. Avatar de
    Anónimo

    Que bello homenaje a una persona tan carismática; yo le tengo un recuerdo de gran agradecimiento y amor. Tu Mamita siempre rn mi corazón ❤️

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  7. Avatar de
    Anónimo

    gracias jorge por compartir las vivencias una a una con tu madrecita, muy cierto son sabias son santas y fue una bellisima madre ejemplar, la cual te lleno de amor ternura y logico el unico varon en la familia tuvo que engreir al maximo, seguro con rigor para ser buen hombre que lo eres hoy sobre todo que disfrutaste mucho, en especial como los ultimos dias pasaste con ella como que sabias que estaba cerca el final que bueno que tienes en el corazon esos cuatro dias al lado de tu madre la disfrutaste al maximo hoy descanze an paz ya desde lo mas alto feliz al lado de tu papa juntos los dos viendo como su hijo cada dia hace mas plata, pero no me la quiere compartir porque te puedo ayudar a contar uno a uno los euros los dolares y repartirlos en los cerros a ver si crecen plantas y nos volvemos millonarios un abrazo fuerte sabes que mi estimacion es fuerte y te valoro mucho que se que es mutua te felicito por ser como eres.

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  8. Avatar de
    Anónimo

    Bello homenaje !! Digno de una madré que fue El Pilar de una gran familia

    Siempre admire su forma de hablar con mucho carino y dulzura

    Tia Rosita descansa en Paz ❤️

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  9. Avatar de speedilygleaming3c35484eff
    speedilygleaming3c35484eff

    Tanto las alegrías como las penas nos invitan a escribir. Lamento el fallecimiento de tu madre, pero te inspiró para expresar lindos valores y sentimientos.

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  10. Avatar de carpediem 789
    carpediem 789

    No puedo negar que estuve a punto de que unas lágrimas se asomen ,qué bonito y valioso lo de no quedarse con nada y no dejar “pendientes “ con mamá…con papá…me hizo pensar mucho y tb emocionarme porque soy mamá y no es fácil el camino ..pero no lo cambiaría por nada ,un abrazo 🙌

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