Hace casi cuatro años atrás tuve la idea de un proyecto con el que podría devolver algo a mi provincia de lo mucho que yo he recibido y de la que sigo recibiendo.
Rondaba por mi cabeza esa alternativa de dar una especie de talleres para que los participantes, en forma gratuita, reciban un análisis y sugerencias de una persona lateral que no tuviera nada que ver con su negocio. Intentar replicar la labor que hacen los directores externos en los directorios de las grandes corporaciones.
Quizá porque siempre me ha gustado volar, y no porque me hubiera fumado algo, tenía la idea de hacer este “Directorio”, por lo que hablé con algunos amigos que tienen empresas, o que desempeñan cargos ejecutivos relevantes en otras, y a todos les pareció una buena idea.
La metodología propuesta era más o menos esta: que unos 3-4 “directores” conformemos una mesa donde, quincenal o mensualmente, escuchemos las dudas de las personas que quieran hacer negocios o de las que ya tienen uno y que deseen potenciarlo. En sesiones posteriores continuas, ir acompañando y controlando lo propuesto y así indefinidamente en el tiempo, para que se sienta un verdadero apoyo en la gestión. Que exista continuidad, es tambien el objetivo.
Y así nació lo que llamé con nombre medio rimbombante: La Escuela de Negocios –EDN–.
Por la falta de coincidencia en las fechas y horas de los directores convocados, fuimos postergando el inicio, pero después me di cuenta de que era mejor comenzar no más, que seguir esperando por el grupo ideal de asesores.
Así que lo inicié solo y… manos a la obra: hice la primera convocatoria y se inscribieron 23. El día acordado asistieron 14.
En esa sesión inicial les explicamos a los participantes la idea de lo que era acompañarlos en la mejora continua de sus negocios. Entregamos formatos digitales simples de controles diarios, caja, seguimiento de tareas, presupuesto y estados financieros básicos, y dejamos tareas para revisarlas semanalmente en forma individual. La idea es que lleguemos, al final de cada trimestre, ver sus estados financieros y así apoyar en el análisis que nos permita potenciar los buenos resultados y corregir los eventuales errores.
—¿Por qué haces esto?; ¿no tiene costo?; ¿es indefinido o por una sola vez?; ¿de verdad gratis?… pero si tú andas ocupado.
Ese tipo de preguntas muchas veces me han hecho los participantes y me alegra responderles que lo hago porque quiero replicar la ayuda que yo siempre recibí en mis negocios.
Ya he contado en https://novuz.blog/2025/03/04/como-sobrevivir-al-curriculum-vitae-sin-estrenirse-en-el-intento/ lo que me pasaba cuando tenía alguna duda comercial y llegaba donde mi papá, y él muy fácilmente la despejaba, lo que hacía que yo me sintiera más seguro en la evaluación del problema y en la decisión que tenía que tomar.
—¡Qué suertudo que soy!, me repetía muchas veces después de escuchar ese sabio consejo.
Entonces, por ese motivo, es que yo creé la EDN, la que considero un círculo de favores.
Mi curiosidad siempre me hizo escuchar el consejo de los que considero que saben y de los que puedo aprender. ¿Cómo desperdiciar esa oportunidad?
Yo, al principio, escuchaba, evaluaba y determinaba. No es que siempre hiciese caso, ¡pero qué bueno!, escuchar consejo de alguien que sabe más que tú.
Por eso también debe ser mi manía de procurar leer biografías de gente que admiro y de la que estoy seguro puedo aprender.
Todo lo que otra gente sabe en su rubro y me pueda decir… ¡bienvenido!
Y créanme que funciona.
Varios, en esta EDN, llegan para conversar y me preguntan que quieren hacer equis negocio o potenciar el actual y consultan si yo creo que sería o no rentable.
Suelo responder con esta simple trilogía, si se podría llamar así: Orden, disciplina en el trabajo y reinversión. Queda claro que en la fórmula no aparece la inteligencia.
Repito muchas veces creer que si uno cumple esas tres reglas, la probabilidad de que el negocio prospere es mucho más alta.
Y ojo, no quiere decir que explícitamente al cumplirlas tengamos el éxito asegurado.
Apelo, al repetirlo, a que la “probabilidad” sea más alta.
Lo bueno de ser un “director externo” en el consejo es que uno es libre de opinar —en mi caso, hasta ácido diría—, y si sobre eso no cobras por hacerlo, entonces la libertad se multiplica.
Pasaron las primeras semanas y el grupo se fue reduciendo en sus asistencias o en las disculpas por no hacer la tarea que en la sesión anterior se les había encomendado.
¿Qué sucedía?
Estaba desconcertado de verdad porque no entendía cómo alguien que se le desea ayudar daba la impresión de no querer recibir la mano amistosa.
En pocos meses, el grupo se redujo pero como consuelo diría que es mejor calidad que cantidad. La duda y el desánimo me perseguían.
Pregunté a algunos de los participantes la razón de sus incumplimientos o inasistencias, y daban siempre similares respuestas:
—»No tuve tiempo»; «No entendí el cuadro a completar»; «¿Era para esta semana?»; «¿Por qué tengo que hacerlo si, como lo llevo, mi negocio da utilidades?».
—»El inventario te lo llevo el 30, en setiembre, aprovechando el cierre anual… terminando el verano será mejor»…
Disculpas para postergar hay miles y para extender algo que especialmente a uno le conviene y que parece increíble no lo quiera ver.
Metafóricamente, es como ver a diario vaciarse mi tanque de agua y resistirme a tapar el pequeño agujero por donde la gota sale.
…»No dejes para mañana…»
Meses después, conversando con Gonzalo, un querido amigo que tiene amplia experiencia en educación, me dijo que quizá no funciona como quisiera yo porque la gente suele no valorar lo que no le cuesta, por lo que no paga, por ser gratuito.
La otra conclusión a la que llegó es que quizá los “alumnos” no desean ser controlados por este seudo director y, lo peor… quizá no quieren realmente ordenarse porque es más cómodo como están: en el desorden.
Me resistí a dar por válidas esas razones, pero a los meses llegué, lamentablemente, a la misma conclusión: aparentemente, y por mi experiencia, Gonzalo tenía razón.
En la EDN hemos asesorado a varias personas y conseguido algunas satisfacciones por los resultados pero lo cierto es que ahora solo son solo cinco “alumnos” las que han quedado en forma permanente.
Confío que en el futuro la cantidad crezca para que el círculo virtuoso sea mas amplio.
Reflexionando sobre esta extraña situación he llegado a pensar que pueda ser que, por comodidad, muchos de los empresarios de mi provincia —incluso algunos que hace muchos años les va comercialmente muy bien— prefieren no ordenarse para, por ejemplo, no saber cuánto dinero retiran de sus negocios y, a su vez, cuán rentable es la empresa que gestionan.
—¿Pero a quién no le conviene tener claridad en su negocio?, algún incrédulo me dice…
—¡A más de los que te imaginas!, porque si no, mi proyecto estaría repleto de alumnos.
—¿Por qué no puedo sacar de la caja de mi negocio para pagar la pensión de la universidad de mi hijo? No tengo socios a quien rendir cuentas y hace años me va bien.
—Puedes hacerlo, pero no es lo correcto. La pensión la pagas con tu sueldo, no con la venta del negocio.
—¿Y por el pollo a la brasa que invité a mi compadre no puedo acaso hacer un «valecito» porque soy el dueño? —No, eso también lo pagas de tu sueldo —replico.
Quizá es mejor no saber cuánto saco realmente, cuál es mi gasto general, cuánto tengo de utilidades o de pérdidas, o cuánto reinvierto para que mi negocio crezca.
—»¡Eres un enfermo!», me dice otro cercano y querido amigo muchas veces.
—Si no llevamos orden en el negocio, ¿cómo podemos saber si nos va bien?, le refuto.
Ahora, tampoco es que se trate de escuchar un consejo y cumplirlo al pie de la letra, porque si no, ¿dónde queda el aporte que cada uno de nosotros tiene que hacer?
Pero una cosa es escuchar y seguir buenas prácticas, y otra es ni siquiera hacer el intento de pedir otra opinión, lo que incluso he pensado que podría tratarse de soberbia o sordera, ya que lo toman como un acto de debilidad, cuando al revés, es oír con amabilidad: «Yo sé cómo hacer las cosas y no necesito del otro para realizarlas mejor».
Sí, quizá también es un poco de eso: no querer aprender o no lanzar el mensaje de que “si pregunto mucho, me tildarán de tonto o ignorante”.
En la Cámara de Comercio de la Provincia de Islay, hemos instaurado lo que llamamos La Clínica Empresarial de la Cámara, un espacio donde, mensualmente, cuatro directores de la institución hacen de consejeros para escuchar problemáticas de los socios o personas de la comunidad, y donde les damos nuestra opinión y alternativas desde una óptica externa.
Ya hemos llevado a cabo dos fechas que considero exitosas. Por dos horas, conversamos en el local de la institución y realmente creo que es el mejor aporte que como Cámara hasta ahora ha realizado esta nueva directiva.

Entonces, ¿por qué persisto con la EDN?
Lo tomo como mi aporte a la vena hacia la colectividad, lo mismo que me pasó al asumir antes la presidencia del Patronato de los Bomberos, la dirección de la Sociedad de Beneficencia de Mollendo y ahora la Cámara de Comercio de la Provincia de Islay.
Creo que esa es mi forma y no, por ejemplo, participando en política, a la que no entraría, especialmente porque mi egoísmo y comodidad son más grandes que mi vocación de servicio.
Pienso ahora que quizá, al haber recibido tanta ayuda y tantos consejos, se generó en mí esa necesidad de devolverlos, y entonces de ahí podría venir mi terquedad en que la EDN funcione como quisiera.
Pienso también que, si mi papá me ayudó a iluminar muchas de mis dudas, yo quiero también encender pasiones al brindar un consejo. Ideales que, en el fondo, probablemente no tengan sentido para otros.
Hay, por supuesto, también buenas experiencias en este proyecto optimista que tengo, como el caso de Cristian, que es “estudiante aplicado”, siempre asiste, pregunta de todo y lleva diligentemente a cabo su tarea. Cuando uno habla con él se da cuenta que la siembra se hizo en buena tierra, y eso anima. ¡Y mucho!
O el caso de Luis, que se afana en perseguir el orden, por lo que estoy seguro conseguirá sus objetivos organizativos en poco tiempo.
Otra práctica que tenemos en la EDN es no solo hablar de negocios, porque es, felizmente, inevitable tratar asuntos personales.
La “asesoría” llega al punto de compenetrarnos en la familia, en el círculo social y en el entorno donde vivimos, por lo que terminamos muchísimas veces “filosofando” de la vida y charlando sobre ese “equilibrio” deseado entre el trabajo y la persona, procurando que ambos platillos de nuestra balanza tengan similar peso.
Para los curiosos, dejo referencia sobre equilibrio de vida en:https://novuz.blog/2025/01/21/acrobacias-en-el-equilibrio/
Y también, como práctica al lector —o como provocación, porque espero siempre que Novuz sea provocador y controversial—, te preguntaría: ¿Tienes claro cuánto dinero entra y sale de tu negocio?; ¿Cuánto realmente de margen neto arrojan tus números?; ¿Te interesaría escuchar a alguien, sin interés propio, que te proponga cambios incómodos?; ¿Crees que siempre se puede mejorar?
Si algo de lo anterior te da curiosidad te invito a escribirme —también puedes invitar a los de tu entorno— al WhatsApp 95-8792600, para hacer crecer este grupo, este círculo de favores, por si tienes algún proyecto empresarial nuevo o quieras ordenar el actual.
Muchas veces, el objetivo no es crecer a cualquier costo, sino ser más eficiente y atreverse a rebelarse contra uno mismo para poner orden donde podría existir el caos, y donde, en el peor de los casos, ni siquiera lo sabemos.
No es que no puedas mejorar… es que tal vez prefieras seguir cómodo en el desorden, aunque eso te cueste el futuro.
Y eso si es peligroso.


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