Manual de Supervivencia Matrimonial

En 1998 dijimos «sí» sin manual de instrucciones en la mano. Hoy, después de incontables negociaciones, dilemas estomacales, acuerdos silenciosos, amorosa tolerancia y una maestría en lenguaje de señas y silencios, creo haber reunido algunas claves esenciales para la supervivencia matrimonial. No pretendo dar cátedra, porque sigo siendo un aprendiz, pero si este relato ayuda a otros a evitar algunas trampas —o al menos a reírse de las inevitables— habrá valido la pena escribirlo.

En pocas semanas cumplimos 27 años de servinacuy, como me gusta llamar al matrimonio. Prefiero este término andino porque considero que el matrimonio, al igual que en la tradición quechua, es un periodo de prueba y de conocimiento mutuo, una evaluación constante de la relación. ¿Evaluando 27 años? Alguien podría preguntarse. Sí, prefiero saber que todos los días estoy en examen para hacerlo con mayor calidad y no “darlo todo por sentado”, como me dijo Eduardo, un amigo chileno cuya historia contaré líneas abajo.

En 1996 nos conocimos gracias a Credishop (¡así que habría que incluirlo en el ROE del rendimiento!) y empezamos el servinacuy el 7 de marzo de 1998, un día después de su cumpleaños. Aunque algunos creen que programé esa fecha para hacer un solo festejo, la verdad es que han valido la pena todos estos años. Fui una noche a hablar con los que serían mis suegros, Cecy y Nano, y les dije que quería vivir con K y cuidar de ella y las gemelas. No recuerdo haber estado nervioso en esa conversación, a la que mi papá me insinuó asistir si yo lo quería. No creí necesario pedir formalmente su mano porque ya éramos adultos para tomar una decisión así, pero igual agradecí el gesto de mi papá.

Las probabilidades de éxito no eran las mejores: yo, soltero de 32 años; ella, con 25 recién cumplidos; un divorcio en su espalda, por el cual siempre le repito que me «gané» porque vino con experiencia incluida; y dos gemelas que se convirtieron en mis amuletos de vida, en mis estrellas de la suerte. Además, estaba el temor de ser “viejo” para jugar a ser papá “nuevo” – y quiza equivocarme -de dos niñas de seis. Pero me sobraban las ganas de apostar e ir contracorriente, como siempre me ha encantado hacer. Si hay una sola posibilidad de éxito, la tomo!. Las estrellas se confabularon: ya llevamos 27 años juntos.

Soy un ferviente promotor del matrimonio porque estoy convencido de que la estabilidad de una relación sana es incomparable. Puedo tener éxito en los negocios, pero si no tengo ganas de llegar a casa y verla, de poco sirve una billetera llena, otra  maestría en Harvard dentro de mi CV o un Porsche en la cochera. Algo de ese equilibrio natural lo puedes leer en el artículo previo Acrobacias en el Equilibrio.

Tuve grandes referentes en mi juventud que sirvieron como modelos para mi propia relación, para mis sueños futuros en pareja. Mis tíos Irene y Hernán, siempre caminando de la mano; Elena y Alfredo, cuyo inmenso cariño, con que se trataban, se notaba en cada gesto que yo disimuladamente observaba; y los amigos de toda la vida de mis papás, Nana y Hernán, a quienes escuché decir un domingo noventero que se volverían a casar. Lo más bonito fue que sonó muy sincero. También recuerdo a mis tíos Yoli y Pancho, cuando en las tertulias familiares uno contaba algo exagerado o inventado y el otro asentía dándole la razón, en una especie de complicidad cómica. “Así quiero ser con mi esposa”, volvía a soñar.

Una noche, mi tío Gastón —el gran Totón—, soltero empedernido, me dio un consejo valioso. Supongo que había escuchado que pensaba convivir y quiso advertirme: “Cásate, hijo. La vida en compañía es mejor y la soltería no es lo que la gente cree”.

Así fue. El 7 de marzo, en nuestra primera noche juntos, sentados sobre el desgastado  tapizón de la habitación, apoyados contra la pared, vimos cómo dos pequeñas se metían emocionadas en el camarote que habíamos preparado. Ahí sí sentí nervios por la responsabilidad que asumía. Nos acompañó un champán y brindamos por los cuatro. Creo recordar que de emoción terminamos la botella.  

Uso constantemente la metáfora del jardín para hablar del matrimonio. Hay que regarlo a diario, podarlo constantemente (aunque duela), abonarlo con regularidad y, sobre todo, hablar. A veces damos por hecho cosas que creemos sabidas y luego descubrimos que no lo eran. Hace unos días, por ejemplo, supe que su empanada favorita no era de carne, sino de queso. Uy, ¿recién te das cuenta?, casi me acribilla.

En un viaje a Puerto Varas, en el sur de Chile, nos hospedamos en “Gracias a la Vida”, un albergue con vista al volcán Osorno. Le pregunté a su dueño, Eduardo, por qué lo había llamado así. Me contó que, después de 20 años de “exitoso” matrimonio, y donde el pensaba que todo estaba ok, su esposa le dijo: “Estoy por cumplir 50 y ya no tengo pasión contigo. Me quiero divorciar. No es por ti ni porque ame a otro, simplemente no quiero pasar mis siguientes 20 años sin pasión”. Eduardo quedó devastado y, tras intentar salvar la relación sin éxito, a los 52 vendió su próspero negocio en Santiago, sin esperar el precio ideal, y construyó aquel hospedaje frente al lago Llanquihue. “No me arrepiento”, me dijo. Luego me miró y añadió: “En el matrimonio, nunca des nada por sentado. Cuida tu relación como cuando eran enamorados, porque se puede marchitar”. Otra lección grabada en mi memoria.

Los primeros años cuando hablábamos de situaciones particulares que sucedieron antes de habernos conocido, ella me dijo: “lo que no fue en tu año, no te hace daño”, y siempre aplicamos ese sencillo pero profundo adagio. Hemos tenido la ocasión, especialmente cuando estamos los dos viajando solos, de jugar a las cartas y quien pierde hace la pregunta incómoda; la otra parte tiene la obligacion de responder sin filtros. Al principio es medio raro, incómodo también, pero después uno aprende a desnudar su intimidad y creanme que sirve, y mucho. Háganlo!. 

Hemos aprendido a jugar con nuestras diferencias. Aplicamos el método democrático: un día yo elijo la película, el lugar donde comer un helado o el tiempo necesario que ella quiera de shopping cuando viajamos (aunque yo detesto las tiendas, la recojo a la hora acordada). Admito que, como buen dictador por antonomasia, mi democracia no es 50/50, pero espero bordear el 40/60. Nos funciona.

“Eres un idealista”, me dijo un querido amigo. El matrimonio que sueño no existe. ¿Por qué no? Hay que trabajarlo a diario. Si soy romántico, loco o soñador, me da igual. Me hace sentir bien. Contractualmente, me conviene.

También le he hablado a K sobre el divorcio y le dije que, si alguna vez la vida nos lleva por ese camino, recién ahí me conocería como hombre y no como macho. “Seré el que más te defienda”, le he repetido. En ese caso, lo material sería secundario. Como en el viejo truco de dividir la torta: uno parte, el otro escoge. ¿No partirías la torta con precisión quirúrgica si sabes que la otra persona será quien elija primero?

Mis hijas son mi mejor razón para querer que ella siempre gane. Las fabricó, como la molesto, y eso para mi es invalorable. Y mis instrucciones para la viudez son claras: que se enamore lo antes posible, de ser posible en el mismo velorio, para ganar tiempo. Yo estaré feliz de verla feliz. García Márquez decía que “hay que enamorarse la mayor cantidad de veces posible”.

Confieso, además, que me siento más enamorado que en el 98 en que empezamos este singular servinacuy. Leí una vez que el amor se entrega sin esperar reciprocidad. Yo exudo amor por K y con eso me basta, aunque no significa que no sea correspondido. Me siento empachado de amor asi que un efervescente digestivo es lo que realmente necesito a diario.

La miro fijamente en la cocina, sin que ella se de cuenta; la veo en la penumbra durmiendo a mi costado cuando regreso del baño nocturno prostático y me alegro de compartir, la cama, la vida, el desayuno, la pellizcada que a diario le doy. 

Reclamé muchas veces que tenemos que tener espacio de pareja y no solo de padres. Calculando – siempre los numeros!- le digo a K que vamos a criar juntos, hasta que Gabrielita termine la universidad, casi…45!, por lo que tenemos que cuidar nuestra relación de eternos novios porque si no de viejos nos encontraremos sin labor paternal y nos aburriremos. Esa es la razon por lo que logró convencerse, despues de mucho, que los viajes en pareja nos hacen bien. No hay que atender a nadie. Yo a ella y ella a mi. 

Esta historia ya suena a una de Corin Tellado y no es que exagere o que a veces no desee ahorcarla o ella tirarme la maceta con el cactus mas grande, pero el juego es justamente ese. Saber medirnos, entendernos, conocer cual es el punto que no se debe transgredir. Y lo mejor es que este viaje no lo he sentido pesado hasta ahora – aclaro, hasta ahora y asi me gusta pensar siempre- porque quiza mi expectativa de servinacuy era mas alta en dificultades de lo que realmente fue. 

Apostar a diario y “no dar nada por sentado” es lo que practico para “abonar” mi jardín coronario, para servir de ejemplo a mis hijas deciéndoles con echos que el buen amor si existe. Que lo vivo con ganas junto a ella y aunque quizá mañana hayan otras circunstancias, – que incluso no nos permitan seguir juntos- lo gozo plenamente ahora.  

Ah, y “no te cambiaría por otra”, siempre le repito.  “Además de que resultaría muy caro nuestro divorcio, me gustas como eres, sin esperar que cambies para quererte mas”. 

Cada mañana -al salir temprano de nuestra habitación para los ejercicios de madrugada- al verla aún dormida repito en silencio: “hoy nuevamente te vuelvo a elegir”. 

Me funcionó 27, así que apuesto por otros 27. 

img_1733
img_1246-1

8 respuestas a “Manual de Supervivencia Matrimonial”

  1. Avatar de Edgard Bernal
    Edgard Bernal

    👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼

    Le gusta a 1 persona

  2. Soy Sofía Contreras Ponce , que linda escritura que linda historia y leo cada párrafo con ilusión y me encantaría algún día escribir mi propia historia .

    Le gusta a 2 personas

  3. y así como tú tuviste tus referencias de joven uds son la mía 🥂

    Le gusta a 1 persona

  4. Avatar de speedilygleaming3c35484eff
    speedilygleaming3c35484eff

    Me gusta tu estilo:

    1. Ligero, utilisas palabras sencillas. Para mí, no existen palabras bonitas (sofisticadas), sí ideas bonitas, o buenos mensajes.
    2. Se te percibe muy sincero, estoy seguro que tú crees todo lo que escribes.
    3. Trasmites buenos valores, tienes facilidad para detectar esos pequeños detalles de la vida, recordarlos y narrarlos.

    Le gusta a 2 personas

  5. Como siempre, es bueno leerte. Particularmente a mi me llena de felicidad ver que son felices y cuidan su jardín con bellas flores. Abrazos y Bendiciones por este nuevo aniversario 7 de Marzo. ❤️🙏

    Le gusta a 1 persona

  6. Avatar de phenomenal0ee4334b49
    phenomenal0ee4334b49

    Me encantó, reí, lloré y gocé con este bello testimonio de amor, me complace saber el gran amor que le tienes a mi hermana y se que su amor es mutuo. Apuesto por 27 años más al igual que tú.

    Le gusta a 1 persona

  7. Son unos lindos, tenía pendiente este relato y, saber que a los 32 empezó tu servinacuy me da algo de esperanza. Un abrazo, querido Jorge.

    Le gusta a 1 persona

  8. Avatar de Alanis Riveyro
    Alanis Riveyro

    He llegado hasta aquí, por envío de mi buen amigo Fernando y realmente agradezco que me haya compartido este blog. Los jóvenes de ahora, como yo, debemos rodearnos siempre de buenos testimonios como ustedes, para no tenerle miedo al amor. Testimonios sin filtros, testimonios reales, que no solo cuentan el final, sino el proceso. Muchas gracias y que sigan 27 más! ✨🤙🏻

    Le gusta a 1 persona

Replica a Eva Morales Cancelar la respuesta