Soñadores que Cumplen: Historias reales que inspiran y confirman lo que muchos aún dudan: en Islay también se puede soñar… y cumplir.
Soñadores que Cumplen es una serie que nace para inspirar, motivar y demostrar que en la Provincia de Islay también se puede soñar… y lograrlo. A través de veinte preguntas que revelan el alma y el esfuerzo, conocerás historias reales de quienes decidieron ir tras lo que querían. Porque los sueños no tienen dirección exacta, pero sí una certeza: se alcanzan con coraje.
Descúbrelos en las redes de la Cámara de Comercio de la Provincia de Islay y en www.novuz.blog
LEONCIO «Memo» FERNÁNDEZ TAPARA
De un niño que cuidaba animales en Ñuñoa, Puno, sin tiempo para soñar más allá de la jornada en el campo, a convertirse en uno de los referentes gastronómicos más reconocidos de Mollendo. Así es la travesía de Leoncio “Memo” Fernández Tapara, un hombre que no se dejó vencer por la falta de recursos ni por la competencia feroz, y que aprendió que los sueños no nacen de la comodidad, sino de la necesidad y el coraje.
Su historia comenzó entre platos y hornos prestados, cuando apenas alcanzaba para comprar los implementos básicos. Junto a su esposa, con el corazón lleno de fe y las manos marcadas por el trabajo, fundó La Pechuga Dorada, una pollería que nació en la incertidumbre y que hoy simboliza esfuerzo, perseverancia y familia.
Reconocido por su humildad y por nunca olvidar sus orígenes, Memo sabe que el éxito no se mide solo en pollos vendidos, sino en las oportunidades creadas, en las deudas saldadas con lágrimas y en el agradecimiento eterno a quienes apostaron por él cuando no tenía nada. Su historia es una de esas que confirman que en Islay también se puede soñar… y cumplir.
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Inicios y motivaciones
- ¿Qué soñabas ser cuando eras niño o adolescente? ¿Tiene algo que ver con lo que haces hoy?
Cuando era niño, no solía pensar mucho en lo que quería ser de grande. No porque no tuviera sueños, sino porque las circunstancias no dejaban mucho espacio para eso. Crecí en Ñuñoa, un pequeño pueblo en la sierra de Puno, donde lo cotidiano era ayudar en el campo, cuidar a los animales y salir adelante con lo que había. Allá, más que hablar de aspiraciones, se hablaba de responsabilidades. Tal vez por eso, hoy valoro profundamente cada paso que he dado. Aunque de niño no imaginaba mucho más allá del día a día, la vida me enseñó a esforzarme… y con el tiempo, logré más de lo que alguna vez pensé posible.
- ¿Cómo nació la idea de tu emprendimiento u ocupación actual?
La idea empezó cuando trabajaba en una pollería llamada La Granja. Tenía 18 años y recién había llegado a Mollendo. Empecé lavando platos, pero con el tiempo fui haciendo de todo: hornero, cajero, ayudante de cocina… Aprendí observando y trabajando duro. Un día me tocó llevar la caja a casa para cuadrarla, y revisando los números con mi esposa, nos dimos cuenta de que el negocio tenía potencial. Ahí fue cuando empezamos a soñar con tener algo nuestro. Ese momento fue clave para dar el primer paso.
- ¿Qué te motivó a empezar, incluso sin tener todo claro?
Mi primer hijo fue mi mayor motivo. Se enfermaba mucho y con mi sueldo no alcanzaba para los medicamentos. Me dolía no poder darle lo necesario. Entonces, junto con mi esposa, empezamos a comprar nuestros implementos: chisguetes, platos, vasos, mesas, un horno y así nació la pollería La Pechuga Dorada. No teníamos todo claro, pero sí teníamos el corazón lleno de ganas y esperanzas.
- ¿Cómo fue tu primer día como emprendedor u ocupación actual? ¿Lo recuerdas?
Lo recuerdo como si fuera ayer. El día de la inauguración estábamos nerviosos y con miedo, sin saber cómo iba a salir todo. Solo habíamos podido alquilar el primer piso del local, con siete mesas, porque no teníamos presupuesto para más. Apenas comenzamos, el horno empezó a fallar, los pollos chocaban entre sí y el engranaje hacía un ruido constante que nos tenía con los nervios de punta. Pensamos que no íbamos a lograrlo. Pero ese día vendimos los 15 pollos que habíamos preparado. Al cerrar la puerta, nos miramos con mi esposa y nos abrazamos en silencio. Siempre recordaré esos primeros 15 pollos, porque no solo fueron nuestra primera venta, fue el verdadero inicio de todo.
Retos y dificultades
- ¿Cuál ha sido el momento más difícil de tu camino?
El más duro fue cuando recién abrimos. Había mucha competencia, pollerías grandes con promociones imposibles para nosotros. Nosotros apenas teníamos lo justo. Sentía que nos ahogábamos. Pero no dejamos de dar lo mejor, de atender con cariño. Sabíamos que no podíamos competir en precios, pero sí en calidad y trato.
- ¿Alguna vez pensaste en rendirte? ¿Qué te hizo seguir?
Rendirme, no. Pero llorar en silencio, muchas veces. Teníamos deudas, cansancio, miedo… Pero cuando veía a mis hijos dormidos, sabía que tenía que seguir. No podía fallarles. Ellos fueron y siguen siendo mi motor.
- ¿Qué errores cometiste y qué aprendiste de ellos?
Uno de los errores fue no emitir facturas al inicio. Solo dábamos boletas y eso nos cerró puertas con empresas grandes. Aprendí que un negocio no solo es vender bien, también es formalizarse, crecer con orden. Aprendí a asesorarme y no cerrarme.
- ¿Cuál ha sido tu mayor miedo como emprendedor u ocupación actual?
Mi mayor miedo ha sido perderlo todo. Emprender significa poner todo lo que tienes: tu dinero, tu tiempo, tus fuerzas. No hay seguro. Cada día abres con la esperanza de que llegue gente. Y en pandemia, ese miedo se hizo aún más real… pero aquí seguimos.
Personas que marcaron tu camino
- ¿Tuviste algún mentor o persona clave que te impulsó o creyó en ti?
Sí, la persona que creyó en mi fue el señor Jorge Zuzunaga. Cuando nadie apostaba por mí, él me prestó mil dólares. Yo no tenía casa, ni carro, ni garantía. Solo mi palabra. Él confió. Y gracias a ese gesto, hoy mi negocio existe. Nunca olvidaré su fe en mí.
- ¿Qué le dirías hoy a esa persona que te ayudó cuando nadie más lo hacía?
Le diría gracias desde el fondo de mi corazón. Su gesto cambió mi vida. Le estoy eternamente agradecido. Gracias por creer en un hombre que no tenía nada más que ganas de salir adelante.
- ¿A quién admiras en tu rubro, a quién en tu vida?
Admiro a mi ex jefe Alberto Chang Alvarez. Él me enseñó el valor de ser versátil: hornero, lavaplatos, cajero… allí aprendí que en un negocio uno tiene que saber hacer de todo. En la vida, admiro a mi esposa. Porque sin el apoyo de ella, nada de esto habría sido posible.
Filosofía, aprendizajes y propósito
- ¿Qué significa para ti ser emprendedor en lo que haces?
Ser emprendedor es soñar despierto. Es arriesgar, es caer y levantarse. Es no esperar a que las cosas cambien, sino hacer que cambien. Es dar trabajo, alimentar familias y construir futuro.
- ¿Qué valor nunca estás dispuesto a negociar ?
La honestidad. En mi casa y en mi negocio, se habla con la verdad. No importa lo difícil que sea. La confianza no se compra, se construye.
- ¿Cuál ha sido la mejor decisión que tomaste?
Dejar mi trabajo estable y lanzarme a emprender. Fue un salto al vacío… pero fue lo que me llevó a tener mi propio local, a darle un techo a mis hijos y a demostrarme que sí se podía.
- ¿Qué descubriste de ti mismo a lo largo del camino?
Descubrí que soy más fuerte de lo que pensaba. Que no me rindo. Que soy capaz de todo cuando se trata de mi familia. Aprendí a confiar en mí, en mi intuición y en el esfuerzo diario.
Inspiración para otros
- ¿Qué consejo le dirías a un joven que sueña con cumplir sus sueños?
Que no se rinda. Que los sueños no se cumplen por suerte, se cumplen con trabajo. Que aproveche cada oportunidad y que no le tenga miedo al fracaso, porque del fracaso también se aprende.
- ¿Qué se necesita para hacer empresa en nuestra provincia y no morir en el intento?
Coraje. Mucho coraje. Aquí no hay facilidades, hay trabas. Pero también hay gente buena, clientes fieles y mucho por hacer. Con esfuerzo, se puede.
- ¿Qué mitos te gustaría derribar sobre “hacer empresa” en Islay?
Que solo se gana en verano. No es cierto. Con planificación, constancia y buen trato, se puede vender todo el año. El invierno también tiene su clientela, solo hay que adaptarse.
- ¿Qué te emociona hoy de lo que viene para ti o para tu ocupación ?
Ver a mis hijos estudiando, soñando en grande. Saber que lo que empezamos con tanto sacrificio les está dando oportunidades. Y me emociona pensar que tal vez, un día, ellos continúen el negocio o emprendan el suyo propio.
- ¿Por qué crees que vale la pena seguir apostando por nuestra provincia ?
Porque esta es una tierra de gente luchadora, solidaria y perseverante. Aquí, aunque no siempre es fácil, todavía hay oportunidades para quienes están dispuestos a trabajar con esfuerzo y determinación. Nuestra provincia tiene talento, tiene jóvenes con ganas de salir adelante y mucho potencial en distintos sectores: desde el emprendimiento hasta el turismo y la agricultura. Vale la pena seguir apostando por este lugar, porque también fue aquí donde comenzó mi sueño… y donde todo lo que tengo empezó a hacerse realidad.



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