Patronato Unión Bomberil: Cuando nosotros tenemos que prender la sirena.

Cuando la ayuda quema, el Estado no llega y nosotros tenemos que prender la sirena.

Casi todos pensamos que ser bombero es una profesión noble a la que les debemos y a quienes tenemos consideración. Desde siempre, y en todas partes, esta ocupación ha destacado por su entrega, y hemos visto cómo, especialmente en otros países, los tratan como héroes civiles por lo que hacen. En el Perú, los maltratamos.

Julio, un amigo bombero, reunió, allá por el 2009, a varias personas para crear un grupo de apoyo a los bomberos de nuestra provincia. Tuvimos un primer encuentro en el auditorio de la institución, al que asistieron, según mal no recuerdo, algún representante de la municipalidad, de la capitanía de puerto, uno de los notarios, exbomberos y varios otros, entre los que me incluía.

Desde hace más de cien años existe la «12», que es el cuartel de bomberos, como se le llamaba cuando yo era chico, y que queda a pocos metros de la Plaza Bolognesi. Hay otra, la «144»- Samuel Málaga, que se encuentra en el Alto Inclán. Para el 2009, la compañía de Cocachacra estaba aún en proyecto, al igual que la de Matarani.

Tengo en mi «archivo de los recuerdos» algunas fotos muy antiguas de la «12», cuando incluso tenía sus operaciones en el anterior cuartel cercano a la Plaza Grau, y en la que eran miembros de la institución personajes ilustres y peculiares de la época. Era, como ahora, un privilegio pertenecer a los «hombres de rojo». Hay que tener en cuenta que, en esos años, casi toda la ciudad estaba colmada de construcciones de madera, incluso las veredas, por lo que la labor bomberil era mucho más frecuente que ahora. Recordemos también que los incendios históricos son parte de nuestra ciudad, y para eso tenemos cientos de fotografías de la época que así lo demuestran.

A mediados de los 70, recuerdo clarito cómo pasé caminando con mi mamá por la calle Comercio, al frente del que fue mi colegio, el San Francisco, y vimos muy impresionados las larguísimas lenguas de fuego que se elevaban al tragarse casi toda una manzana de la esquina de Córdova y Comercio. Subí caminando hacia mi casa, pensando en la facilidad que tenía el fuego para destruir.

En esa convocatoria del 2009 que realizó Julio, se destacaba la necesidad de tener un comité de apoyo a la institución para compensar la continua y conocida desidia estatal hacia ellos, así como el mísero presupuesto que recibían, y que, dicho sea de paso, aún siguen recibiendo. Después de las típicas deliberaciones y algunas otras reuniones, felizmente se llegó al consenso de crear el Patronato de Bomberos de la Provincia de Islay, Unión Bomberil, como lo terminamos llamando. Ahí resulté elegido para presidirlo. Teníamos que empezar de una vez… ¡mangueras a la obra!

A la par de la típica demora burocrática para formalizar la naciente institución, hicimos una conferencia de prensa donde anunciamos la creación de este comité de apoyo y aprovechamos para anunciar el primer evento, que era una colecta pública. Lo primordial era recolectar dinero, que es lo que más se necesita, y con ello realizar obras de reacondicionamiento de la «12», que era la más deteriorada. Hicimos para ello un escueto análisis de cuál eran las prioridades, entre lo que se encontraban asuntos tan básicos como comprar baterías nuevas para encender los vetustos coches y el auto cisterna existentes, parchar el techo del tercer piso porque parecía una coladera en la lluvia, hacer gasfitería básica para los baños que estaban en condiciones precarias y realizar alguna leve reparación mecánica a una de las unidades que ni siquiera se podía usar.

De hecho, al terminar de hacer números, el dinero era lo que faltaba, porque las transferencias que enviaba el gobierno central eran tan pequeñas que ni para pagar el recibo de electricidad alcanzaban. Hasta un chiste de mal gusto parecía darse cuenta de cómo se puede llegar a maltratar a una institución que sirve a la comunidad en esas paupérrimas condiciones.

Alguna vez escuché hablar al expresidente García cuando se quejaba de cómo era posible que, unos equipos donados se encontraran detenidos por meses en la aduana del Callao porque estaban afectos al pago de aranceles e IGV. Él logró destrabar el asunto en esa ocasión. Ahí se ve claramente la desarticulación extrema que sucede entre instituciones del Estado. Típico de nuestra mediocridad gubernamental. Bueno, así están hasta ahora los bomberos.

Una vez que hicimos el presupuesto y plan iniciales, lanzamos la colecta. Con algo de propaganda y difusión gratuita de medios que nos apoyaban, y latas-alcancías en mano, salimos a las calles a recolectar. Muchísimos aplaudían la iniciativa y algunas empresas locales hicieron pequeños donativos, pero lo triste fue comprobar esa noche, y en el conteo de lo obtenido, que lo recaudado en las calles fue tan bajo que nos desalentó enormemente. ¿Cómo es posible que la gente diga que apoya de palabra cuando las monedas de 10 centavos fueron lo que más conseguimos esa noche?. Especialmente desastroso el apoyo de la ciudadanía.

Entonces decidimos organizar algo más grande, pidiendo aportes a las empresas, porque lo primero no había funcionado.

A su vez, revisamos los números de la institución para saber con qué ingresos contábamos, recibiendo otra ingrata sorpresa: los alquileres que se cobraban por los locales del Cine Teatro, propiedad del cuerpo de bomberos, eran irrisorios y tenían un retraso descomunal en sus pagos. Nuestra directiva fue a hablar con los inquilinos y, ante la evidente molestia por la nueva forma de administrar, nos enteramos de que algunos contratos fueron arreglados «por debajo» o se realizaron pagos a cuenta de los alquileres en efectivo, sin registro de ningún tipo. Evidente deshonestidad de antiguas autoridades que manejaban los míseros ingresos. Tuvimos que hacer juicios de desahucio con las molestias naturales y quejas de los retrasados.

La transparencia y las reglas claras que dábamos como nueva directiva evidentemente incomodaban a la Comandancia Regional en Arequipa. ¿Alguien podría creer que defender los intereses de las dos compañías de la provincia causaría eso? Efectivamente, así era.

Para que el Patronato pudiera lograr el reconocimiento oficial de los Bomberos del Perú, tuvimos que presionar a tal punto que llegamos a la gerencia nacional, porque la departamental no nos hacía caso y nos mecía con la respuesta. De tanto insistir ante la alta jerarquía, Lima «sugirió» —entiéndase, obligó— a que Arequipa emitiera la resolución donde nos reconocían como una asociación que prestaba ayuda a nombre de las dos compañías de Islay. Ya con ese documento de respaldo, pudimos pensar en hacer una actividad de recaudación de mayor tamaño.

Unión Bomberil, el Patronato, al ser una asociación privada, no estaba obligada a tener subordinación sobre los entes departamentales y nacionales del Cuerpo General de Bomberos del Perú, por lo que no tenía que dar explicaciones ni rendir cuentas sobre el desempeño. Como estos se dieron cuenta de que estábamos empezando a organizarnos y a tener presencia, querían —especialmente la departamental de Arequipa— manejar el dinero que nosotros recaudábamos, a lo que tajantemente siempre nos opusimos. En contradicción a sus supuestos deseos, periódicamente Unión Bomberil remitía las cuentas a la Departamental con copia a la Nacional, lo que hizo que esta última, en más de una oportunidad, nos felicitara por ayudar, lo que evidentemente levantaba polvo en Arequipa.

Uno de nuestros reclamos, por ejemplo, fue cuestionar el por qué la regional enviaba los vales de combustible para las unidades de la provincia, pero se tenían que recoger en Arequipa y…¡en una unidad vehicular oficial! Es decir, tenía que ir una de las unidades de Mollendo hasta Arequipa y recoger el combustible en bidones en el grifo designado por ellos. Una locura que parecía más una película de Woody Allen. Felizmente, de tanto insistir, se solucionó. Otro de nuestros reclamos fue que la Nacional envió, en alguna oportunidad, uniformes homologados nuevos para el personal de Mollendo, pero, al ser distribuidos por la Regional, sucedió que cuando llegaron aquí nos dimos cuenta de que eran usados. Y la respuesta fue: «es que los necesita más Arequipa». —Esos uniformes y mangueras han sido asignados a Mollendo —reclamábamos, y no hicieron caso.

Para recaudar fondos hicimos, entre muchas actividades como una «Noche Criolla», lo que nos permitió contar con un monto importante. Después de ello, y con la ayuda de empresas medianas de Mollendo y Matarani, pudimos tener mayor recaudación, que invertimos en hacer nuevos baños en la 12, colocar terma con agua caliente para las duchas nuevas, poner piso cerámico a los ambientes, cambiar parte del techo ahuecado del tercer piso, y hacer lo mismo con el techo de la Samuel Málaga. Posteriormente también arreglamos el tercer piso y pusimos una zona de recreación con juegos de mesa, fulbito y billar para que los voluntarios se entretuvieran entre sus turnos. Arequipa quería poner visto bueno previo a nuestras inversiones —lo que evidentemente demoraba y burocratizaba todo—, lo que generó mayores reclamos de nuestra parte, pero, por supuesto, nunca les hicimos caso, y eso los molestaba: —el día que deseen, anulen la resolución que nos permite ayudar a Mollendo y dejamos de trabajar, pero primero se enterará la prensa —les dije más de una vez. Eso los hacía frenar en sus pretensiones.

Entonces hicimos la Radioteletón por los Bomberos de Islay y toda la directiva se movió como hormigas. Hicimos cartas a las principales empresas de Mollendo y de toda la provincia, y hasta nos «atrevimos» a pedir dinero a Southern Peru, lo que ya era mal visto por su pretensión de querer entrar con Tía María. —Le pedimos dinero al diablo si es necesario recaudar por los bomberos —respondimos.

Y llegó el día y muchísima gente nos ayudó. La Asociación de Damas Bomberas Voluntarias preparó y vendió viandas para apuntalar; varios grupos musicales y artistas tocaron y bailaron sobre el escenario instalado en el frontis de la 12 desde el mediodía. La amplificación y sonido nos lo dieron al costo; muchas de las radios de la localidad transmitían en vivo e instaban a que el público y empresas se acercaran a donar. Y empezó a caer el dinero. Ya con los compromisos de las empresas que nos habían prometido algo de ayuda, quedamos en que por horas los anunciaríamos: subían al estrado, dejaban su donativo e íbamos registrando el incremento. Eso hacía que más gente se anime. Nunca olvidaremos los importantes aportes de Imesur, TASA, Tisur, Diamante, Neptunia, Muni de Mollendo, Muni de Matarani, Agencia Faposa, Polysius, Agencia Luis Soto y LQS que por donar montos más altos hacían calentar el ambiente. Ya eran cerca de las ocho de la noche y, para cerrar el evento, Southern Peru nos hizo llegar un cheque por 10,000 soles, lo que hizo sobrepasar el monto proyectado que nos habíamos propuesto. Un momento muy emotivo al conseguir más de 65,000 soles en un solo evento. Realmente esa noche terminó en una fiesta.

Con el dinero obtenido pudimos seguir incrementando el equipamiento e instalaciones de ambas compañías mollendinas, y hablé con Kike, mi cuñado, dueño de Perumotor —el que tiene corazón mollendino—, y nos hizo un descuento importante que nos permitió alcanzar a comprar una furgoneta Mitsubishi nueva, la que en días posteriores pudimos equipar íntegramente para darla en uso a la 12. La primera ambulancia nueva recaudada por la comunidad.

Y ahí sucedió otra situación curiosa. La departamental nos dijo que para poder operar y ser parte del presupuesto de la compañía tendríamos que donar la nueva ambulancia a la institución, en lo que estuvimos naturalmente de acuerdo. Nuestra directiva pidió que se hiciera como donación a las compañías de la Provincia de Islay, para evitar que en unos meses se la lleven a Arequipa “por necesidad”. Ellos no quisieron.

Pero las vibras del destino, cuando son positivas, siempre alumbran.

Se convocó a la ceremonia de donación de la ambulancia e invitamos a las autoridades y especialmente al público en general, para que todos gocemos del fruto de la colecta. Nosotros, los del Patronato, hicimos el documento indicando que la donación se hacía específicamente para el uso de la unidad dentro de la Provincia de Islay, que es lo que la departamental no deseaba. Ya en la mesa de firma y con la prensa al frente, el comandante de Arequipa leyó el documento y me dijo que no podía firmar eso porque no era lo acordado. Ante los segundos de expectativa, en que no deseaba formalizar y la espera de todos los participantes, Noé Carpio —con previa coordinación entre nosotros— agudamente le preguntó al aire y con micrófono en mano, a la autoridad arequipeña, si había algún problema en indicar que era para uso exclusivo dentro de la provincia. Y por la presión, no le quedó otra que firmar ante las cámaras y los presentes. Un chiste que resultó efectivo y que hasta ahora celebro. Gracias, Noé, porque quizá sin tu pregunta certera, se la hubieran llevado.

Al poco tiempo llegó en visita oficial a Mollendo el nuevo comandante nacional, y cuando estuvo desocupado, nos presentamos como directiva. Lo llevamos al Cine Teatro y le dijimos qué podíamos hacer con ese armatoste decadente, y nos dijo que efectivamente nada, porque es monumento histórico. Le contamos que teníamos una empresa que había venido a ver la posibilidad de instalar un cinema, pero que se asustó al ver el alto monto de inversión, por lo que nos propuso contrato de alquiler a doce años, lo que Lima evidentemente se opuso porque se podía “malinterpretar”. —Eso es un buen negocio; nunca se hará nada —le repliqué—. Comandante, podemos hacer una cosa: mire, yo puedo enviar a incendiar por la noche el cine, pero necesito un favor: que los bomberos no vengan. Se rió de buena gana. En realidad, más allá de lo anecdótico, sería un final feliz, porque el terreno con esa vista sería blanco de cualquier inversionista que le proponga un interesante negocio a los bomberos.

Otra anécdota para recordar fue lo que sucedió cuando la Minera Cerro Verde respondió a una solicitud que les hicimos en referencia a unas ambulancias que ellos estaban donando a los Bomberos de Arequipa. Hablé con mi cuñado Pablo, que labora ahí, y él, con la gerencia del área —primo Zuzu, felizmente de corazón también mollendino— consiguieron hacernos una donación directa. Como ya teníamos el precedente de la primera ambulancia, les pedimos que, si era posible, especificaran que esa donación sería para Mollendo —a lo que Arequipa se opondría—, y ellos hicieron una estrategia inigualable: no anunciaron que había una unidad adicional para la 12 y nos hicieron viajar a Arequipa “de incógnitos”. Cuando llegamos el día de la ceremonia de entrega, los directivos de la departamental nos dijeron que para qué habíamos llegado, a lo que respondimos que “nos ha invitado Cerro Verde”. Una a una fueron enumerando las donaciones para las diferentes compañías del cercado arequipeño, y al final anunciaron la que era para Mollendo, lo que sorprendió a la departamental pero sobre lo que no pudieron hacer nada porque el documento decía: “para uso exclusivo de la compañía N° 12”. ¡Un verdadero gol de media cancha! A las pocas semanas, Cerro Verde envió otra ambulancia nueva e igualmente equipada para la 144.

Con Henry, Ángel, Ricardo, Tomy, Edmundo, Oscar y Mauricio estuvimos cerca de cuatro años en la directiva de este Patronato, y no solo fue una satisfactoria experiencia, sino una clara prueba de que cuando las personas van hacia un mismo objetivo, no interesa el pensar diferente, sino la unión de las concordancias.

Y aunque felizmente mi abuelo Hernán Zuzu, que también perteneció a la 12, y ahora debe estar sonriendo al sentirse recordado, nos queda la reflexion que  los incendios más difíciles de apagar no siempre son los de fuego. A veces arden en las oficinas administrativas, en los egos, en la indiferencia. Pero también, con terquedad organizada y buena fe colectiva, se pueden apagar. 

O al menos, encender una sirena que despierte a los dormidos.

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Una respuesta a “Patronato Unión Bomberil: Cuando nosotros tenemos que prender la sirena.”

  1. Avatar de speedilygleaming3c35484eff
    speedilygleaming3c35484eff

    Jorge, eres un tipo polifacético y con una gran vocación de servicio a la comunidad. Mis felicitaciones.

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