- Relatado el 25.10.24
ESTRELLANDO mi PARADIGMA
Suelo armar en Excel un cronograma detallado con todos los datos del viaje que estoy por hacer. Lo imprimo y se lo paso a mis hijas por seguridad. Hace años que tengo esa manía.
Lo preparo con mucha anticipación y cargo ahí los números de vuelos, reservas, códigos de hoteles, excursiones, sus operadores y tiempos, la duración de algunas actividades y los puntos imperdibles en cada ciudad que visitaremos. Sí, mi defecto de querer tener todo controlado. Así me siento seguro y, durante el plan, rara vez me falla algo…
Es 8 de octubre. Los centros de atención al cliente de los servicios de viaje generalmente funcionan de forma intermitente en esos días feriados. Salimos programados desde Mollendo para tomar, desde Lima y esa misma noche, el vuelo a Madrid.
El despegue era a las 10 de la noche, así que teníamos tiempo de sobra para, incluso, comer por la tarde-noche el rico ají de gallina en el Jorge Chávez.
Al mediodía, Marian, mi hija que nos espera en Barcelona, le avisa a Karen que, según la web, nuestro vuelo ya está en el aire, y nosotros recién estamos llegando por carretera a Arequipa.
Despegó a las 10… ¡pero de la mañana!
En mayo, cuando compré los pasajes, registré erróneamente las 10 p.m. en mi Excel, cuando en realidad era a las 10 a.m., y según eso armé todo el resto del viaje.
¿Qué se puede hacer? En ese momento, nada.
Mientras hacíamos el check-in del vuelo hacia Lima, mi cabeza daba vueltas tratando de enfriarse para poder decidir. El contacto de la aerolínea hacia Barcelona no respondía por ser feriado, y si tomábamos el vuelo al día siguiente, perderíamos igualmente la reserva de hotel de esa noche en Barcelona, el ticket del TGV para el día siguiente a París (era mi gran ilusión viajar en tren de alta velocidad), la reserva del auto de alquiler en la “ciudad luz” y el hotel también prepagado en Chartres, donde sería nuestra primera noche en Francia.
Alternativas y precios en la web, y mi cabeza giraba como trompo.
Tomar un vuelo esa misma noche era la otra alternativa. Sabíamos que sería carísimo por la premura del mismo día. Vi los precios y, como podrán imaginar, casi me da un infarto. Incluso pensé en postergar el viaje unas dos o tres semanas para rearmarlo bien.
Una razón que siempre me viene a la cabeza. Creo que sí, soy como los caballos que solo miran el objetivo cuando quieren algo, y mi cerebro equino me decía que solo tenía dos: esperar al día siguiente y perder lo planeado o “fluir” con la tarjeta y comprar otros dos pasajes nuevos.
Había pasado ya una hora, y sentados con Karen en los asientos a la entrada del aeropuerto, junto a la tienda de La Ibérica, creo ver a Lalo Cáceres, un amigo de Mollendo, que salía del vuelo de Lima hacia la puerta. Sí, salía, pero llevando a María, su esposa, en una silla de ruedas. Me acerqué con cordialidad a saludarlos y expresarles mi afecto por la situación: “Hace 4 meses estábamos en Lima de vacaciones y a María le vino un derrame cerebral que la mantuvo mucho tiempo en UCI, y después en rehabilitación; recién hoy podemos regresar. Me quedé todo este tiempo a su lado”, me contó Lalo. ¡Asu, problema grave de salud y cuatro meses! Se me desconectó el alma de la impresión. Solo atiné a darles un fugaz y cariñoso abrazo.
Por lo que había visto, regresé impactado y triste a mi asiento, y en ese preciso instante me cayó un balde de realidad que me abrió la mente: yo, con el tonto bloqueo de un posible viaje frustrado, y la pareja, enfrentando una recuperación de salud que no tenía punto de comparación con lo que a mí me pasaba. A los ojos de cualquiera, lo mío resultaba totalmente intrascendente.
En el siguiente minuto, metí mi tarjeta en la web y, en el siguiente, ya tenía los nuevos pasajes para esa misma noche. Mi impresión fue como haber perdido 10 kilos de responsabilidad y ganado realidad en un golpe, contra mi tonta pared imaginaria. Fue maravilloso.
Me alegré mucho de que Karen y yo gozáramos de salud, y a la vez recordé que siempre nos acompañan herramientas que nos hacen ver la misma situación con perspectivas diametralmente opuestas. ¡Felizmente!
Ahora lo escribo a modo de catarsis para contarles que un tonto parametrado como yo ha empezado a aprender, con esta estrellada a sus controles, que estos sirven de poco para la suerte de todo lo demás que tengo 🍀.
Lo escribo, además, con esa ahora cada vez más consciente suerte de estar volando con Marian, Ale y Ainhoita, viendo por la ventanilla las nubes sobre Lisboa y Barcelona, así que esta historia tiene algo de, literalmente, celestial.



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